Entre lágrimas diluidas por casi 500 años de olvido, la lucha del Pueblo Comechingón de La Toma por el reconocimiento de sus compatriotas fue constante. Los curacas (caciques) son quienes van al frente en esta empresa y a través de la transmisión oral se encargan de inmortalizar la tradición comechingona. La historia que da inicio a esta nota es la de Argentina Perrone Acevedo (74). Ella y Ramón Aguilar (78) llevan vinchas en la cabeza y en una casita de Villa Siburu, cerca del río y al lado de Alberdi, se preparan para hablar de sus historias pidiendo la bendición del Dios Sol (Inti).
En la mesa, como marca la tradición, una piedra de cuarzo indica quien tiene la palabra. Habla la curaca Argentina: “El pueblo de La Toma (hoy barrio Alberdi) comenzaba a orillas del río Suquía, desde la Cañada, y los comechingones se desarrollaban hacia las montañas. Mi bisabuelo, el curaca Lino Acevedo, tenía leguas de tierra. Los comechingones eran grandes agricultores y él trabajaba muy bien la tierra. Murió repentinamente, tenía nueve hijos que quedaron huérfanos y los separaron a todos para quedarse con las tierras. Así perdimos nuestro lugar”.
El grupo de los siete curacas del pueblo comechingón de La Toma está dividido. Sólo quedan dos representantes de los originales: tres fueron expulsados y uno murió hace pocos días. Se trata de Rubén Villafañe, insignia de la lucha por la reivindicación del pueblo de La Toma.
Argentina y Ramón son, por ahora, los únicos curacas que representan a la comunidad.
Según cuentan, quienes los acompañaban fueron expulsados porque comenzaron a tomar decisiones sin consultarlas con el grupo. “Nuestro reglamento interno dice que nadie hace nada sin consenso, entre nosotros no hay superiores”, destacó Ramón.
Por su parte, Argentina agregó: “El nombramiento de curacas no se puede hacer así nomás, tienen que realizarse muchos estudios para determinar si esa persona es comechingona para aceptarla. Además, los que se separaron quieren formar una nueva comunidad llamada Quisquisacate”.
Supervivencia comechingona. A la comunidad cordobesa le corresponde un subsidio del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (Inai), que tienen que tramitar vía Afip. Cuando la plata les llegue piensan comprar un saloncito para reunirse, ya que hasta hoy se juntan en una sala prestada por el Instituto de Cultura Aborigen de Alto Alberdi.
Dedicados al pasado para construir el presente, los curacas trabajan para la transmisión de la cultura comechingona.
Realizan muchas visitas a colegios de toda la provincia para contar cómo y dónde vivía este pueblo. Ramón ya recorrió muchos kilómetros y trabaja para el programa provincial Abuelo contame un cuento.
Según estos caciques, la comunidad de La Toma tiene unos 700 descendientes de comechingones empadronados y hay muchos más en la lista para anotarse.
Con la piedra en la mano, la vincha en la cabeza y la bendición del Sol, Ramón Aguilar pide que su lucha dé frutos, que La Docta no lo olvide, porque él es un legítimo hijo del Suquía: “Queremos que el pueblo de Córdoba nos reconozca, que nos respeten como nosotros lo respetamos, que no digan que no estamos si, ¡acá estamos!”.
Fuente: http://comechingonesdelpueblodelatoma.blogspot.com/
Fecha publicación: 24/04/2011
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