
La respuesta más sencilla sería pensar que no. Acostumbrados a enmarcar nuestros pensamientos como la cultura y la sociedad lo han dispuesto, pensamos que las mujeres debían de estar en ese momento en su casa, con sus hijos y sus maridos, pensando en coser y limpiar. Nos remitimos de inmediato a ese lugar que la misma estructura social (nosotros y los otros), la religión y el Estado le han asignado: la de ser el pilar afectivo de ese nucleamiento fundamental para toda la organización social occidental, la familia. Sin embargo mirando más de cerca descubrimos que la movilización y la militancia de las mujeres fueron más importantes de lo que un primer ejercicio de imaginación nos revela: el 30% del universo total de detenidos desaparecidos estuvo constituido por mujeres. Pero volvamos un poco hacia atrás.
¿Cómo se expresaron las rupturas?
Las mujeres “conspiraron” contra sus madres y padres cuando “vestiditas y alborotadas”, pintados los ojos con un negro intenso y las bocas con diferentes colores llamativos, a lo que se sumaba unas cortitas minifaldas, llegaban a la puerta de los cines Angel Azul o Sombras, donde proyectaban las películas consideradas “políticamente comprometidas”. Las francesas e italianas, Bertolucci, Godard, Fellini, Troufau, algún cine que venía de Europa del Este: Bergman, cine ruso, checo, siempre anti- yanki, a lo que se sumaba el compromiso político de la música, el teatro y la literatura -sobre todo latinoamericana- fue constituyendo el gusto cultural de más de un joven cordobés en aquellos años. Carlos Fuentes, Vargas Llosas, Cortazar con su Rayuela, García Márquez y los Cien años de Soledad, Roa Bastos, entre otros, fueron parte de la biblioteca personal de más de uno. Por otro lado, la música comercial (nacional e internacional) se reemplazó por aquellas expresiones puramente “locales”. El folclore latinoamericano, se escuchó no sólo en las peñas y en los Recitales de Radio Nacional, sino también es esas incansables guitarreadas de compañeros, convirtiéndose en la opción musical elegida por la mayoría. Por último, muy importante para la vida cultural de Córdoba fueron las puestas del LTL (Libre Teatro Libre) y del Grupo La Chispa, artistas que se consideraba que hacían teatro para la revolución.
Participaron en asambleas donde se criticaba al sistema capitalista y donde era señalada la necesidad del cambio profundo, del socialismo y del comunismo. Se habló de dictadura del proletariado y muchos creyeron que la vía para llegar al socialismo era el poder obrero y, por lo tanto, la proletarización fue una acción militante más. También se sumó gente a la causa revolucionaria mediante la llamada “militancia de hormiga” que consistía básicamente en deambular continuamente de un lugar hacia el otro intentando por medio de la palabra atraer jóvenes a las distintas agrupaciones.
Quizás la acción militante más común fue el acto relámpago. El lugar elegido: la calle y si era la más transitada mucho mejor. Muchos se disfrazaban y ocupaban el asfalto, hasta que llegaban las fuerzas represivas a caballo o en tanquetas y había que dispersarse. 3 a 5 minutos de puesta en escena, como en un teatro…Entonces con sonido, con voces, con cuerpo, con ropa, con pinturas, grababan en la memoria de los que pasaban por allí las reivindicaciones políticas. Siempre había alguien que le ponía a cada uno en la mano un papel y ese papel iba a un bolso que iba a una casa. Con precisa organización y dividiendo tareas se hacían volanteadas y pintadas en todo momento posible. Unas diez personas hacían un acto relámpago, con funciones distintas. Estaba el que tiraba miguelitos, el que tiraba las molotov, el que hacía las pintadas, los que movían los materiales para cruzar en la calle y cortar el tránsito…Tanto mujeres como hombres participaron indistintamente en cualquiera de esas cosas.
Para estas mujeres el hecho de empezar a militar a veces surgía como una necesidad de cambio social y otras como medio para romper con las tradiciones familiares. Son mujeres que por aquellos años ingresaron masivamente en la Universidad, donde estudiaron y militaron a la par de los varones. Para las mujeres de los ´60 y ´70 el emanciparse de la familia, el trabajar para mantenerse, el estudiar y el volverse independientes fueron cuestiones prioritarias.
Definitivamente fueron más “promiscuos” que sus padres, al vivir en comunidad, compartiendo su privacidad con por lo menos tres personas más. Nos atreveríamos a decir que ninguna de ellas, como si lo hicieron sus madres, llegaron vírgenes al matrimonio. Quizás podría existir una relación directa entre el alejamiento de los rituales con el hecho de estar inmersas en la participación política.
Casi la totalidad de los testimonios mencionan o dejan suponer que las parejas se formaban entre militantes de la misma organización, la mayoría de las veces, o de alguna otra organización considerada “cercana ideológicamente”, pero casi siempre se trataba de militantes. Muy pocos casos tienen parejas no militantes. Por otra parte, no era bien visto que la pareja de alguno de los miembros de una organización no militara, por lo que se trataba por todos los medios de que se sumaran a la lucha no sólo la pareja sino también la familia, los amigos y los hijos, ya que el vivir en un contexto de sacrificio, lucha y revolución inminente hacían prácticamente imposible mantener vínculos por fuera del grupo de militancia. Las parejas muchas veces fueron inestables y era frecuente ver a la misma gente renovar constantemente sus relaciones amorosas. La frecuente formación de nuevas parejas se aceptaba sin tantos tabúes. Aunque varios dicen que en esos años el amor libre era una práctica común en algunos grupos, otros, sin embargo, sancionaban con dureza la infidelidad, ya que la consideraban una traición. Y aunque unos expresen que ese amor podía ser libre también coinciden con los otros en que la mentira y el engaño no eran bien visto. Así la infidelidad aunque seguía existiendo era criticada y hasta sancionada.
Pero al parecer esta igualdad no siempre fue fácil de lograr. Las mujeres tenían que hacer malabarismo entre lo que se denominó el doble, triple, cuádruple rol, es decir, estudio, trabajo, la militancia, la maternidad y la familia.
Estas transformaciones en la manera de concebir la pareja y la familia se produjeron de manera casi paralela a la comercialización masiva de la píldora anticonceptiva, que proveyó a las mujeres de sectores medios y altos de una valiosa herramienta para controlar su reproducción. Pero no todas las usaban. Existieron reticencias a su uso. Sin embargo, el poder pensarse con más libertad a la hora de tener relaciones sexuales con su pareja produjo también una postura diferente ante otros métodos anticonceptivos. Fueron estas mujeres las protagonistas de una “revolución sexual” que separó reproducción de placer. El descubrimiento de la pastilla anticonceptiva puede ser considerado como uno de los avances tecnológicos de este siglo que tienen consecuencias más importantes sobre los comportamientos sociales, produciendo una resignificación de la familia y de las relaciones de pareja.
Igualmente, más allá de las discrepancias entre las diferentes mujeres todas acuerdan en señalar que el hecho de compartir la crianza y el cuidado de los hijos era responsabilidad tanto de la pareja como del resto de los “compañeros”, es decir se asumía como una tarea militante más. Si bien en la teoría todos bregaban por una crianza compartida, en los hechos no todos los hombres se hacían cargo de compartir esta responsabilidad. Había mucha solidaridad entre las compañeras que habían tenido hijos o que estaban embarazadas, sin quitarle espacio a las necesidades que demandaba la revolución.
Las diferencias entre los géneros no era un tema de discusión, ni merecía una reflexión teórica, porque las prioridades estaban en otro lado. Pero aunque no lo habían anunciado como feminismo partían de la base de la construcción de la figura del compañero/compañera como un espacio de igualdad. Lo practicaban día a día, lo militaban en la cotidianeidad, lo peleaban. Dejaron los debates y las reflexiones intelectuales sobre los temas de la mujer y muchas otras cosas para otros tiempos, que quizás tardó mucho más de lo que muchos imaginaron. Es lo que en palabras de Ana María Fernández quedó enunciado como “fuimos feministas sin saberlo”.
Fuente: Lic. Ana Noguera http://www.cbanoticias.net/
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