jueves, 6 de octubre de 2011

Madres e hijas al mismo tiempo


“Si lo tuviste, bancátelo”, es la frase típica de muchos padres cuando se enteran que sus hijas adolescentes se embarazaron. El mandato de ser madres aún sin estar preparadas para serlo, o el reproche por no haberse cuidado, les produce sentimientos de culpabilidad, vergüenza y frustración.
La mayoría de ellas abandona la escuela antes del embarazo, aunque hay casos en que ello se produce a partir de él. Algunas porque no tienen con quien dejar a sus hijos, y otras, porque no 
quieren ser el centro de las miradas inquisidoras o de lecciones de educación sexual retrasadas que tendrían que haber llegado antes. La reinserción de estas chicas es una de las deudas pendientes del sistema educativo, y su inclusión en la sociedad, un desafío.
Según el informe “Análisis de la Situación de la Población”, difundido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la población adolescente es la principal víctima de muertes maternas por aborto. La fecundidad en esta franja etárea presenta muchas disparidades entre las provincias argentinas, sobretodo si se compara el empobrecido norte del país con los conglomerados urbanos del centro. La tasa promedio de embarazos adolescentes es de 64 por mil, índice que varía según el distrito: en Chaco, Formosa, Misiones, Santa Cruz, y Santiago del Estero, la tasa supera el 80 por mil, mientras que Buenos Aires registra 34 por mil.
El relevamiento mostró, además, que el porcentaje de nacimientos en madres menores de 15 años es del  3 por ciento, pero asciende en Chaco al 5,5 por ciento; en Formosa, al 4,7 por ciento; y en Santiago del Estero, al 4,2 por ciento. Las adolescentes representan la cuarta parte de la población y un 12 por ciento  de quienes tienen entre 13 y 17 años está excluido del sistema educativo formal.
Creciendo Juntos. En Córdoba, el “Programa Creciendo Juntos”, a cargo de la Secretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia que dirige  Raquel Krawchik, está logrando a pequeña escala reinsertar a mamás adolescentes en la escuela, despertándoles el entusiasmo y la autoestima para que puedan continuar con su vida afectiva, escolar, social y laboral.
“De las 900 adolescentes con las que trabajamos en 2009, un 20 por ciento se reinsertó en el sistema formal de educación. Y un 60 por ciento comenzó su práctica de formación en oficios, realizando talleres de artesanías, souvenir, muñequería, bijouterie, adornos navideños, cotillón, costura, peluquería, telar, jabones, y velas”, relató Olga Zaka, directora del programa.
La mayoría de las niñas-madres incluidas en el programa tenían una realidad común: vivían en su 
casa con su familia, siendo el centro de su vida su hijo y las tareas domésticas. El mandato familiar “si lo tuviste, bancátelo”, a muchas las llevó a encerrarse y romper con sus vínculos afectivos. Mientras cuidaban a sus hijos, sus compañeras continuaron con su vida escolar y social. A la presión psicológica expresada en frases tales como “si te arreglás te dicen que te vas a loquear”, o “las mujeres tienen muchas responsabilidades, ser madre, cuidar a sus hijos, atender al marido”, se le sumó la presión económica para hacerse cargo de sus hijos.
En su mayoría, los niños no fueron reconocidos por sus padres, también adolescentes. Con ello, a la ausencia física, se le agregó la afectiva y la económica. “Tienen internalizados y naturalizados los roles de varón y mujer instalados en la sociedad; la mayoría tiene presiones económicas para hacerse cargo de sus hijos, y carecen de formación e información suficiente sobre la sexualidad y los riesgos de tener relaciones no cuidadas con herramientas para elegir la maternidad o prevenirla”, asegura el informe.

Encuentro de pares. “Tenemos talleres con encuentros semanales en los barrios y localidades donde se logró la construcción de un espacio grupal, utilizando recursos como el teatro espontáneo, experiencias vivenciales, música, charlas, cine debate, intentando crear un espacio de pertenencia e identidad grupal”, explicó Zaka.
Entre los temas desarrollados según los intereses y las propuestas de las propias adolescentes, se trataron las representaciones que tienen de ser madres, experiencias sobre la propia maternidad, femineidad, violencia contra la mujer, derechos de niños y adolescentes, y la sexualidad, maternidad y paternidad responsables, entre otros.
Los cambios fueron notorios y se manifestaron claramente. En el tema de la sexualidad al comienzo señalaban frases como “siempre tenés la presión de tu marido”, “tiene que ser cuando él quiere”, “si no lo haces, piensan que tenés otro”, o “se enojan si les pedís que se cuiden”.
Otras frases recurrentes fueron: “la mayoría nos embarazamos creyendo que sabíamos como cuidarnos”, “después que te embarazás la primera vez, recién ahí aprendés”, o “los médicos son los que te enseñan, después tenés que hacer las cosas bien”. 
La experiencia de los talleres fue reconfortante y significó un espacio de contención afectiva para salir de las secuelas del fracaso escolar y de las consecuencias traumáticas de un embarazo en algunos casos no deseado. Una de las adolescentes expresó: “Nos sentimos bien en los talleres, acá te escuchan, te ayudan, es como ir al psicólogo, podés sacarle el cuero a los maridos y lo bueno es que cada uno cuenta su vida, lo que le pasa”. Otra de las participantes destacó: “Me gustaría continuar la escuela, capacitarme en un oficio”. Mientras que otra agregó: “Por ahora no quiero más hijos, tal vez más adelante, tenemos que estar bien para que nuestros hijos sean felices”.
Fuente:
http://www.diaadia.com.ar/?q=content/embarazadas-adolescentes-madres-e-hijas-al-mismo-tiempo-0

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